LA CENA DE LA VIDA
Marcelo Barros es monje benedictino. Es biblista y asesor de las CEBs y de la Pastoral de la Tierra en Brasil. Si bien el trabajo esta pensado desde la experiencia de las Comunidades Eclesiales de Base en América Latina y particularmente en Brasil, una lectura atenta nos puede dar claves para vivir mejor las Eucaristías en nuestras comunidades juveniles. |
«El pan que partimos, no es la comunión del cuerpo de Cristo? Uno
es el pan y por eso formamos todos un sólo cuerpo, porque participamos
todos del mismo pan» (1 Cor 10, 16- 17).
La revaloración de la íntima relación que existe entre
la eucaristía y la Iglesia es uno de los grandes dones de la herencia
del Concilio Vaticano II[3]. El adagio célebre de Henry de Lubac -«La
Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia»[4]
es retomado por el contenido y en el mismo título de la encíclica
de Juan Pablo II «Ecclesia de Eucaristía». El cardenal Carlos
María Martini afirmaba: «La Eucaristía es la forma de la
vida de la Iglesia»[5]. Tal declaración subraya el carácter
sacramental de la Iglesia y significa su aspecto de comunión con el Señor
y su dimensión de fermento de relación fraterno-sororal.
La eucaristía recuerda siempre a la Iglesia su naturaleza de comunidad concreta, asamblea reunida, como expresa su mismo nombre: Ekklesia, asamblea convocada por Dios acá y ahora, como sacramento de comunión universal de todo pueblo de Dios. Aunque en los últimos siglos la Iglesia Católica conozca la «misa privada», con el Vaticano II la conciencia eclesial pasó a comprender que toda eucaristía es de hecho comunitario. La construcción de la comunidad supone de cada participante una buena dosis de don de sí mismo y ofrenda a los otros, por tanto de una dimensión eucarística que los cristianos aprenden y reciben del maestro Jesucristo.
En la plegaria eucarística segunda, la más común y conocida
de las actuales anáforas de la liturgia latina, el presidente de la celebración
ora así: «Tú nos consideraste dignos de estar en tu presencia
y servirte». Es una alusión a la asamblea constituida como pueblo
sacerdotal»[6]. Si pensamos en las primeras Iglesias, podemos decir que
casi todas eran «comunidades de base», en el sentido de grupos mayoritariamente
pobres y de relación más horizontal. Tenemos poca información
sobre cómo la eucaristía marcaba estas Iglesias de los primeros
siglos, pero, por los documentos antiguos, sabemos que la eucaristía
estaba íntimamente unida al martirio. Los cristianos, celebraban la eucaristía
en el túmulo de los mártires, desde el siglo II. En algunos casos,
como el de los llamados «mártires de Abilene, en el norte de África,
hubo cristianos que dieron su vida por no renunciar la celebración de
la cena del Señor. Desde aquella época, muchas cosas han cambiado
en las Iglesias, pero, en América Latina, las comunidades eclesiales
de base (CEBs) han nacido en los años 60, inmediatamente después
del Concilio Vaticano II, como expresión del programa propuesto por el
Papa Juan XXIII: «Vuelvan a las fuentes de la fe y, al mismo tiempo, insértense
en la realidad actual del mundo. Es importante observar cómo tal camino
conlleva a una profunda relación entre CEBs y Eucaristía. Es la
historia y los desafíos de esta relación la que les invito ahora
a recordar y a profundizar, brevemente.
1. Las CEBs nacieron de la Eucaristía
En estas líneas no puedo pretender rehacer la historia de las CEBs en
Brasil o en el continente latinoamericano. Además, esta historia no ha
sido escrita en sus detalles todavía, y las CEBs parece que se surgieron,
al mismo tiempo en diversos lugares. En Brasil, se sabe que una de las fuentes
ha sido las que se llamaban las «Semanas Litúrgicas», que,
inmediatamente después del Concilio, intentaban ayudar a las parroquias
a renovarse en su manera de celebrar la misa dominical. En 1964, por primera
vez en nuestro continente, las comunidades católicas escuchaban las lecturas
de la misa y la misma oración eucarística en lengua viva y de
forma comprensible. Por primera vez, las palabras de la Biblia y de la liturgia
ganaban fuerza y un sentido nuevo. Era imposible que esto no tuviera una consecuencia
en la vida de las Iglesias. Casi inmediatamente se fueron formando comunidades
y grupos de vida y de la escucha de la Palabra. En la primera mitad de los años
60, se buscaba en Brasil una renovación de la parroquia con más
protagonismo de los laicos y las laicas en funciones ministeriales. En Maranhão,
en la parroquia de Tutóia, se formaban los llamados «delegados
de la Palabra», para que animaran el culto en las capillas donde no podía
llegar el sacerdote cada domingo para celebrar la misa. Los laicos y laicas
tenían también ministerios en la misma celebración eucarística.
…
En estos años de las décadas de 60 y 70, muchos países
de América del Sur estaban dominados por dictaduras militares muy represivas.
En este contexto, una de las cosas más peligrosas era reunirse y hacer
comunidades libres. Persiguieron y mataron a muchos cristianos y catequistas
por el único crimen de animar la comunidad en el culto de domingo. Tal
situación llevó las comunidades a unir la eucaristía a
una crítica social y política. Era como si los mismos gobiernos
dictatoriales mostraban a los cristianos que la eucaristía, por su misma
naturaleza, es subversiva y transformadora…
En toda Latinoamérica, la categoría «comunidades eclesiales
de base» tiene un significado muy amplia. Hay grupos de campesinos/as
brasileños que se reúnen como comunidades de vida que, por su
fe y por unir la Palabra de Dios a su vida, tienen la tierra en común,
resisten a la injusticia de la estructura agraria brasileña y se parecen
a las Iglesias del cristianismo primitivo actualizadas al contexto actual de
nuestro mundo. Hay comunidades indígenas en México, en Ecuador
y en otros países, coordinadas por padres o madres de familia que son
verdaderos diáconos laicos, y que viven la profecía de la fe en
resistencia al neoliberalismo dominante. Hay también -tal vez sean la
mayoría- grupos bíblicos que se reúnen una vez a la semana
para orar, meditar juntos la Palabra de Dios... y eso lo sienten como fuerza
para sus vidas, aunque no tengan propiamente una acción social o política
explícita. Hay incluso grupos de devoción popular, organizados
en torno al vía crucis en Cuaresma, o a la novena de Navidad o de algún
santo… A primera vista, tal grupo no merecería el «estatuto»
de comunidad de base, pero, en muchos casos, es lo único que la gente,
oprimida por el desempleo u obligada a sobrevivir en la economía informal,
logra hacer, y es siempre fuerza de vida y de unidad. En una Iglesia, en la
que, concretamente, pueden los laicos tener poca participación ministerial,
tales grupos se constituyen -como se decía en los primeros encuentros
intereclesiales en Brasil- en expresiones legítimas de una Iglesia que
nace del pueblo desde la fuerza del Espíritu Santo.
2 – Características de la eucaristía en las CEBs
Alguien que esté habituado con la práctica católica más
común, al ver la forma como muchas comunidades eclesiales de base están
organizadas y se reúnen, podría pensar que, en Latinoamérica,
las CEBs no tienen tanto aprecio a la eucaristía. Mientras la Iglesia
tradicional, en las parroquias, hace de la misa casi su única forma de
culto, las CEBs, incluso por el hecho de no haber siempre la presencia del presbítero,
han crecido en torno a la celebración de la Palabra y con formas más
libres y diversificadas de culto. Sin embargo, eso no quiere decir que, para
ellas, la eucaristía deje de ser la cumbre de la celebración de
la Iglesia. La tradición de la Iglesia enseña que la «anáfora
es siempre respuesta a una Palabra divina, proclamada y acogida anteriormente,
y esta oración toma coloraciones y relieves diferentes a partir de esta
acogida»[7].
En la experiencia de las comunidades eclesiales de base, la centralidad de la
Palabra hace que, no solamente la eucaristía sea el punto culminante
de los encuentros, sino que todo lo que se hace y se vive adquiera una «dimensión
eucarística». Todo queda orientado hacia la eucaristía,
no sólo como «culto», sino como «forma de ser de la
Iglesia», es decir, comunión y donación de vida. Evidentemente,
una cosa es una misa celebrada en una pequeña comunidad, en una sala
de una casita o bajo un árbol, congregando una docena de hombres y mujeres
con sus niños, y otra es una eucaristía celebrada en un encuentro
diocesano, regional o nacional de CEBs. Ambas tienen profundamente un carácter
pascual, pero, de la intimidad y casi informalidad, la forma de celebrar pasa
a una dimensión más festiva y de concentración del Pueblo
de Dios. En este sentido, debemos decir que en las CEBs no hay un rito litúrgico
propio suyo. Asumen el rito latino, pero con un estilo propio. Este estilo valora
a toda las personas presentes, subraya las relaciones horizontales, la participación
activa de todos, hombres y mujeres, y supera un cierto olor de jansenismo aún
presente en el aire y muchas veces expresados en la forma como en la liturgia
latina, en cada misa, se pide perdón en el comienzo de la celebración,
antes de la comunión (Agnus Dei) y en el momento mismo de la comunión.
Aparte de esto, el mismo Misal Romano pone en la boca del presbítero
celebrante, una oración por la paz que pide a Jesús que «no
tengas en cuenta mis pecados, sino la fe de tu Iglesia...», y en seguida,
antes de comulgar, otra vez se le pide a Jesús en oración individual:
«que tu cuerpo y sangre me libren de mis pecados». En las celebraciones
de CEBs, el rito penitencial es valorado, pero de una forma más pascual
y desde una mirada más positiva sobre la creación y la humanidad.
Como ya he dicho, es un estilo más que un rito diverso, y este estilo
se puede encontrar en una misa celebrada en una chabola brasileña o incluso
en una misa en la catedral, celebrada con el pueblo de las comunidades por Don
Hélder Câmara en Recife o por Monseñor Romero en El Salvador.
Aunque la diversidad sea tan grande, podemos percibir algunos puntos teológicos
y litúrgicos comunes en los que este estilo eucarístico se explicita:
2.1 – Una fiesta comunitaria
Cualquier persona que participe de una celebración de las CEBs, casi
siempre se impactará por la atmósfera de comunicación y
de alegría allí reinante. Muchas veces, las misas de la parroquia
se celebran a la ligera y no siempre manifiestan un ambiente comunitario. En
cursos de Liturgia, es común decir que el primero elemento necesario
a una celebración es la asamblea litúrgica. En las celebraciones
eucarísticas de CEBs, en efecto, esta dimensión se hace sentir
muy fuertemente. La forma de celebrar de las CEBs da una gran importancia a
los ritos de acogida: las personas se presentan, se acogen, se abrazan, aplauden
y danzan la vida.
En una de sus predicaciones dominicales, dice Monseñor Romero: «Quiero
alegrarme con ustedes porque, en momentos como éste, ustedes dan una
verdadera identidad al Pueblo de Dios. El domingo pasado, estaba con nosotros,
con cierta curiosidad, un viejo político de Venezuela. Pensaba él
que nuestras misas serían principalmente actos políticos y que
la gente vendría por curiosidad política... Le habían desaconsejado
a venir a esta misa. Y este político, que es un verdadero cristiano,
me lo dijo: «He visto a una verdadera asamblea cristiana, en la que la
gente canta, ora y se alegra. Sobretodo en el momento de la comunión,
me causó muy impacto aquella inmensa procesión que se acercaba
de la eucaristía...»[8].
Quién conoce las dificultades, el sufrimiento y la lucha de la gente
pobre en nuestro contexto social y acompaña la vida de las comunidades
de base siempre se siente sorprendido con la fuerza que encuentran todavía
para manifestar alegría y clima de fiesta, permanentemente. La celebración
del viernes santo tiene algo aún de fiesta comunitaria y alegría
pascual.
2.2 – Los signos y símbolos de una vida compartida
En la búsqueda de cómo unir más la fe y la vida concreta,
las CEBs dan mucha importancia a los signos y símbolos litúrgicos.
En sus celebraciones eucarísticas aprenden a dar vitalidad y actualidad
a gestos, a signos y símbolos de la tradición, como la cruz, la
Biblia y los signos sacramentales, como también valoran símbolos
de la realidad de nuestras culturas, como la tierra, el agua, el fuego, flores
y alimentos. Como en las Iglesias primitivas, en una comunidad de base la eucaristía
toma la forma más de una cena que de solamente un culto. Es claro que,
en esto, las CEBs dependen mucho del presbítero que celebra. Si éste
se abre a formas nuevas y estilos nuevos del mismo rito, las comunidades hacen
de cada eucaristía una verdadera ocasión de compartir los alimentos
como comparten la vida. Les gusta que en cada misa el pan sea verdaderamente
pan, que haya bastante para ser compartido entre todos, y que haya vino a ser
bebido por todos.
En este mes de julio de 2005, tuvo lugar en Brasil el 11º Encuentro Nacional
de las Comunidades de Base (en Ipatinga, MG). Una de las conquistas del equipo
que preparó las celebraciones fue que los obispos presentes hayan aceptado
celebrar con pan (ázimo) y con vino en cantidad y calidad suficiente
para que todos comieran y bebieran. Los signos sacramentales no deberían
ser sólo símbolos que recuerden el pan y el vino, sino que deberían
ser verdaderamente pan y vino a ser ofrecidos en nombre de Jesús tal
como él se ofreció a sí mismo. En estas misas, la liturgia
de la Palabra toma una importancia muy grande con valoración de muchos
cánticos, con procesiones y con danzas en la entrada de la celebración,
en la acogida de la Biblia para las lecturas o del Evangeliario para la proclamación
del Evangelio. Sin embargo, eso no reduce la centralidad de la cena propiamente
dicha, con la acción de gracias y la comunión abierta y afectuosa,
como Jesús lo quiso y manifestó en el Evangelio en sus muchas
cenas con los pequeños y los considerados pecadores, sin excluir a nadie.
Por otra parte, muchas comunidades retoman la costumbre de las Iglesias orientales
de, después de la comunión eucarística, ofrecer a toda
la gente presente un pan bendecido como signo del compartir la vida que la eucaristía
ya es en sí misma, pero se amplía en la comida común. Las
CEBs hacen eso con pan, galletitas, popcorn o cualquier alimento compartido
en clima de fiesta y cariño comunitario. Es una profecía del mundo
nuevo que deseamos: mundo de igualdad y socialización.
2.3 - La relación de la cena con la vida concreta
La eucaristía no puede ser mera repetición del gesto de Jesús
que, además, fue singular e irrepetible. La carta a los hebreos dice
claramente: «fuimos santificados por la oblación del Cuerpo de
Jesucristo, efectuada de una vez sola por todas» (Hb 10,10). Es comprensible
que aquel político de Venezuela al cual Romero se refería, pensara
que la misa de Monseñor tuviera un contenido más político
que otra cosa porque las comunidades no dividen la fe y el compromiso político
transformador. Como la eucaristía es el momento fuerte de compartir la
Palabra y el pan, es también el tiempo de compartir la vida, denunciar
las injusticias sufridas y tomar posición firme por la justicia del Reino.
Como ya he subrayado, la dimensión más liberadora de la celebración
no es algo de profético que el padre pueda decir en la homilía,
sino la participación verdaderamente más igualitaria en la celebración.
Sin embargo, es importante el hecho de que el Evangelio sea leído en
todas sus dimensiones, también social y política y la Iglesia
acepte la profecía de la parcialidad y se ponga del lado de los más
pequeños. La eucaristía debe ser semilla de un mundo y una Iglesia
más igualitarios. Las CEBs no dejan que la Iglesia se olvide de eso.
Tal vez nos una a la eucaristía el hecho de que las CEBs siempre buscan
un mundo y una Iglesia en los que todos puedan ser considerados hermanos y hermanas
con derechos iguales y total posibilidad de participación ciudadana.
Sin embargo, basta percibir que la referencia básica desde la cual las
CEBs piden eso es siempre la misma naturaleza de Dios y la misión de
Cristo, su palabra y su forma de ser como aparece especialmente en la Pascua
de Jesús que cada celebración eucarística recuerda. Quién
no se recuerda del refrán: «La Santísima Trinidad es la
mejor comunidad». La relación íntima de Dios -igualdad en
la diversidad- es tomada como modelo de la comunidad eclesial. Las CEBs aman
a sus pastores y no tienen dificultad con obispos o con la jerarquía
católica, pero insisten en la plena participación de los/as laicos/as
en los ministerios eclesiales. En Brasil, este llamado aparece en diversas cartas
finales de encuentros eclesiales[9].
2.4 – La cena que reúne cielos y tierra
«Santo, santo, santo, Señor Dios del universo… Los cielos
y la tierra cantan tu gloria…». En cada misa, se canta que la alabanza
de la comunidad está unida a todo universo y a todos seres vivos. Sin
embargo, esta dimensión cósmica de la eucaristía, en general,
poco se explicitó y no parece influir mucho en el modo como los cristianos
se relacionan con la tierra y la naturaleza. En un tiempo en el que la sociedad
dominante es tan agresiva con la creación de Dios, es bueno percibir
que las celebraciones eucarísticas de las CEBs insisten en la revaloración
de esta dimensión ecológica de la eucaristía. Desde las
primeras experiencias de CEBs, muchas comunidades se ponen en la misma sensibilidad
de los antiguos índios que no comprendían como se podría
celebrar y rehacer el «memorial de la alianza» sin que haya íntima
unidad con la tierra y con los elementos de la creación divina. Tengo
un profundo recuerdo de una celebración que, en los años 70, vivimos
junto con Don José Maria Pires, entonces arzobispo de Paraíba,
en una comunidad de campesinos amenazados por un terrateniente. Había
un cierto riesgo de que los pistoleros a las órdenes del enemigo irrumpieran
en medio de la misa, y por eso pensamos celebrarla en una salita cerca del sitio,
pero toda la comunidad prefería que la misa fuera en la tierra por la
cual sofrían y una señora nos dijo: «Así, oferecemos
a Dios el pan y vino, pero también la tierra, los árboles y los
pajaritos que nos acompañarán en esta celebración».
Aunque la eucaristía en las CEBs no se hace, en la naturaleza hay casi
siempre gestos y ritos de veneración a la madre tierra, al agua y a todos
los seres vivos. En diversos sitios de Latinoamérica, a las actuales
CEBs les gusta cantar una versión popular del Cántico de las Criaturas
de San Francisco y otros himnos semejantes, ofreciendo a Dios la alabanza del
universo. Y de hecho, lo de celebrar la eucaristía como verdadera y profunda
comunión con la creación en el cuerpo de Cristo compromete los
hermanos y hermanas de las comunidades en la defensa concreta de los ríos
amenazados, de los terrenos que sufren riesgo de deforestación, como
de semillas criollas yagricultura ecológica.
2. 5 - La cena del Señor, juicio sobre la Iglesia y el mundo
La realidad de las CEBs confirma plenamente lo que, en España, afirma
J. M. Castillo: «Donde no hay justicia, non hay eucaristía»
(J. M. Castillo)[10]. En épocas de dictaduras y de opresiones, era peligroso
celebrar la eucaristía en comunidades eclesiales de base. Escribo en
una diócesis (Goiás) donde en 1987, después de celebrar
una misa en una comunidad de base, el padre Francesco Cavazzutti sufrió
un atentado que lo dejó para siempre ciego. No es coincidencia que a
Monseñor Oscar Romero lo asesinara durante la celebración eucarística.
Ni en Latinoamérica, ni en el resto del mundo, la verdad a que la eucaristía
apunta corresponde a la realidad de la Iglesia. Incluso en las comunidades de
base, hay una desproporción entre la vida divina que se expresa en la
celebración y la que se expresa en nuestra realidad. La eucaristía
está siempre más allá de nuestro presente y muestra nuestra
falta de algo completo. En este sentido también, cada vez que celebramos
la cena de Jesús anunciamos la justicia y la realidad del Reino que vendrá
todavía.
El Cardinal Martini tiene razón al recordar que la eucaristía
es la forma de vivir de la Iglesia. Para que eso se revele plenamente como verdad,
es importante despojar la celebración eucarística de los signos
de poder y de fuerza mundana que algunas celebraciones oficiales aún
manifiestan. ¿Cómo hablar de comunión y de la donación
del Cristo en un espectáculo que parece más una manifestación
de poder eclesiástico? Para que la eucaristía sea verdaderamente
la forma de ser de la Iglesia puede ser necesario actualizar y practicar lo
que los obispos latinoamericanos pedían en la 2ª Conferencia General
del CELAM: «Que se presente, cada vez más nítido, en Latinoamérica,
el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, despojada
de todo poder temporal y tenazmente comprometida en la liberación de
todo ser humano y de toda la humanidad» (Medellín. 5, 15 a).
3. El rito más allá del rito
(Conclusiones como un llamado a las Iglesias)
Comparto muy sencillamente con ustedes algo de lo que descubro en cada celebración
de eucaristía, vivida por una comunidad eclesial de base, o en encuentros
intereclesiales o aún en ambiente de CEBs:
1. El sacramento de la cena del Señor no se reduce al rito, mucho menos
todavía a la veneración de signos sacramentales como el pan consagrado.
El primero y más fundamental signo sacramental de la cena es la comunidad
reunida. Por eso, la comunidad asume la espontaneidad con la que la gente llega
y se saluda efusivamente. Durante toda la celebración, nada rompe con
la libertad de comunicación entre la gente que celebra. Por su experiencia
eclesial, vivida muchas veces en el martirio, las comunidades de base celebran
la eucaristía con la convicción de que toda Iglesia o es local
o no es una verdadera Iglesia. Local no quiere decir solamente «diócesis»,
sino cada grupo de hermanos y hermanas convocados por Dios para vivir el testimonio
de Jesús Cristo en cada realidad concreta del mundo. Esta convicción
da a cada celebración eucarística una grande libertad en la forma
de celebrar. Hacen eso sin jamás apartarse de la comunión con
las otras Iglesias que forman la Iglesia universal. Ésta no es sólo
la suma de las Iglesias particulares, pero se manifiesta en el sacramento de
cada comunidad reunida en nombre de Cristo.
2. La Iglesia Católica ha desarrollado una teología del sacrificio
de la eucaristía que es difícil de ser comprendida por la humanidad
actual, principalmente por quien intenta testimoniar a Dios como fuente de amor
y gratuidad que jamás iría a querer o a aceptar el sacrificio
de su propio hijo, Él que siempre perdona a los humanos gratuitamente
y por su ternura maternal. Las comunidades de cultura más secularizada
o moderna tienen más dificultad con cualquier religión basada
en el dolor y en la pena. Sin embargo, las comunidades cristianas pobres del
continente latinoamericano viven en su piel el sufrimiento de una pobreza injusta
y todas sus consecuencias. En tal realidad, como siempre se enseña la
Teología de la Liberación, las CEBs asumen la comunión
en la pobreza para luchar contra la injusticia estructural, fuente del empobrecimiento
planificado de la mayoría de la humanidad. En esta lucha pacífica
y no violenta, la eucaristía ofrece el memorial de la cruz de Jesucristo,
no como un sacrificio ritual o religioso, sino como una donación de sí
mismo, donación total por el otro, y una propuesta de vida nueva desde
el otro. Vivir la eucaristía es más que celebrar, es vivir una
nueva forma de relaciones, una forma nueva de ser para el otro, sea el otro
concreto que es la gente, sea todo ser vivo y principalmente el gran Otro, fuente
de amor y proyecto de vida libre y plena para todos.
3. No quiero decir que la forma de celebrar la eucaristía de las CEBs
sea mejor de todas las demás, ni que sea perfecta. Lo que pienso es que
intenta unir rito y realidad para hacerse profecía lo más verdadera
posible de lo que Dios quiere que vivamos. Repito que, en la cultura católica
común, aun en la realidad de las CEBs, la celebración eucarística
depende, en grande parte, del presbítero que coordina la celebración.
Cuando éste acepta entrar en la espiritualidad de las CEBs, la eucaristía
toma una dimensión ecuménica que acoge a todos y da testimonio
de una mayor igualdad entre ministros ordenados y Pueblo de Dios.
Recientemente, después de una misa de domingo en nuestro monasterio con
las comunidades del barrio donde vivimos, una señora de comunidad de
Brasilia dijo: «Suelo sentir en las misas una distancia grande entre los
curas y los laicos. En ésta, celebramos, todos, padres y laicos, en torno
al altar y he percibido mejor la igualdad y la unidad de todos». Esta
palabra de una señora de base me hizo recordar un comentario de San Juan
Crisóstomo, pastor de Constantinopla en el siglo IV: «Hay una situación
en la que no hay distinción entre quien es presbítero y quien
es laico: es cuando se trata de participar en los santos misterios. Todos somos
juzgados dignos de los mismos privilegios. (...) Uno mismo cuerpo es ofrecido
a todos. Todos beben de un solo cáliz. Cualquier persona que llegue en
nuestras Iglesias puede ver el pueblo tomar parte -y parte importante- en la
intercesión. Todos pronuncian la misma oración, una plegaria llena
de compasión. En el beso de la paz, todos juntos nos abrazamos. ¿Por
qué espantarse cuando el pueblo junta su voz con la del sacerdote? Les
digo eso para que cada fiel sea atento y sepa que todos nosotros formamos un
solo cuerpo. Solamente nos diferenciamos como un miembro del cuerpo se distingue
de otro. Progresamos juntos, porque esto nos lleva a más grandes ocasiones
de salvación y aumento de la caridad. Ningún humo de orgullo,
ningún complejo de inferioridad respecto a los otros. Quién tiene
el primer lugar, sólo asume más cansancio y más responsabilidad,
y no honores. Es necesario que, en la Iglesia, seamos como en una única
casa. Que sean todos como un cuerpo sólo»[11].
________________________________________
[1] - Artículo escrito para la revista «Misiones Extranjeras»,
de Madrid, julio de 2005.
[2] - Marcelo Barros, monje benedictino es biblista, asesor de las CEBs y de
la Pastoral de la Tierra en Brasil. Es autor de 27 libros. Correo-e: irmaomarcelo@cultura.com.br
[3] - Cf. CONCILIO VATICANO II: Lumen Gentium 11, Unitatis Redintegratio 15,
Presbiterorum Ordinis 5, Dei Verbum 21...
[4] - HENRY DE LUBAC, Méditation sur l’Église, Paris, Aubier,
coll. «Théologie» 27, 1952, 4e chapître, (en la 3ª
edición, 1953, p. 113).
[5] - Cf. CARLO MARIA MARTINI, Relación publicada en Cività Cattolica,
n. 3167, 1982, pp. 430-442.
[6] - E. MAZA, Le odierne preghiere eucaristiche, 1, Struture e Teologia, Fonti,
Bologna, EDB, 1992, p. 210-216.
[7] - JUAN ANTONIO RUIZ DE GOPEGUI, SJ, A Eucaristía: uma reflexão
a partir da tradicao litúrgica, in «Perspectiva Teológica»
maio/agosto 2000, p. 159.
[8] - Cf. ABRAMO LEVI, Presenza eucarística; norma della presenza della
Chiesa, in «Servitium» 25, gennaio-febbraio 1983, p. 46.
[9] - Cf. Ver Carta Final de los 6º y 8º Encuentros Intereclesiales
de CEBs – Cf. FAUSTINO TEIXEIRA, Os Encontros Intereclesiais de CEBs no
Brasil, São Paulo, Paulinas 1996, p. 186 y 202 a 203.
[10] Citado no editorial da revista «Perspectiva Teológica»
87(maio/agosto 2000)149.
[11] - JOÃO CRISÓSTOMO, Homilia sobre 1 Cor. , P.G. 61 col. 527,
citado en TEXTES SPIRITUELS, n. 34, Abbaye de Tournay, France, 1976, p. 118.